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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Estampas de navidad. El cuento de navidad de Paul Auster, Ray Bradbury..





  • Paul Auster



  • Paul Auster es un escritor, guionista y director de cine estadounidense, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006. Wikipedia






  • CónyugeSiri Hustvedt (m. 1981)Lydia Davis (m. 1974–1978)



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    El cuento de navidad de Auggie Wren
    Paul Auster

    Le oí este cuento a Auggie Wren.
    Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre.
    Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.













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    Cuento de Navidad
    [Cuento. Texto completo.]
    Ray Bradbury




    El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.-¿Qué haremos?
    -Nada, ¿qué podemos hacer?
    -¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
    La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
    -Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
    -¿Qué...? -preguntó el niño.
    El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
    -Quiero mirar por el ojo de buey.
    -Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
    -Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
    -Espera un poco -dijo el padre.
    El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
    -Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
    La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
    -Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
    -Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
    -Pero... -empezó a decir la madre.
    -Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
    Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
    -Ya es casi la hora.
    -¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.
    Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.
    -¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
    -Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
    Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
    -No entiendo.
    -Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
    Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
    -Entra, hijo.
    -Está oscuro.
    -No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
    Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
    -Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
    Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
    FIN





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    blogspot.com.es/2008/07/grandes-discos-garbage-version-20.html






    http://youtu.be/BDsPIu2QZsg Villancico deAttic Lights

    Estampa de navidad. Felipe Benítez reyes

    La noche. Cuánta luz.
    Y todos vamos´
    Cargados de juguetes o de joyas,
    Cruzando una ciudad multicolor y helada
    Cubierta con racimos de bombillas
    Azules, verdes, rojas,
                                      Que dibujan
    La serpiente eléctrica de las lentejuelas de oro frío
    En la tirantez  aterida del aire.

    En los escaparates brilla
    La sombra luminosa de otros escaparates
    Y la desordenada sombra de un mendigo,
    Y los niños mantienen los ojos muy abiertos.

    (El tren y las espadas. Las estrellas.
    La nave intergaláctica y la luna-
    La muñeca habladora
                                       Y esa nieve
    Que cae sin cesar
    Sobre la tumba inmortal de nuestra infancia)

    Cuánta luz,
                      Desgranada como un confeti
    Sobre estas alegres calles
    Por las que todos vamos como brujos felices,
    Cargados de mortalidad y de regalos.

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    Nochebuena
     Eduardo Galeano
    Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua.
    En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
    Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
    Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
    -Decile a... -susurró el niño-
    Decile a alguien, que yo estoy aquí.

    Villancicos pop


    Villancicos Pop




    CUENTOS BACHILLERES/OPINIONES

    Anciana juventud

    Nieve, frío y felicidad solo podía significar navidad para ella. El séptimo mes de diciembre desde que se había mudado o que la habían obligado a mudarse. Seguía paseando y sonriendo como había hecho siempre, en verano contenta por el buen tiempo, por la playa, por los niños corriendo y comiendo helados, en invierno entusiasmada por abrigarse, por los paseos en aquella pequeña ciudad, por los niños corriendo y comiendo castañas. Diez personas de similar edad residían todos los días del año en aquel edificio de tres pisos, a todos y cada uno de los ancianos, esta mujer les alegraba los días.
    Cinco de enero, y después de unas fiestas con sus hijos vuelve a su hogar. La noche de reyes había decidido pasarla con sus compañeros del día a día. Había quienes lloraban, algunos reían y otros se encerraban. Sentía frustración, tristeza, acostumbrada a las fiestas con sus hijos y nietos, jóvenes con fuerzas y dispuestos a cualquier cosa, con toda la vida por delante, esta situación le empezaba a superar. Siempre con buena voluntad, todo por el bien de los demás, en todo momento queriendo transmitir su felicidad y  su emoción por  vivir, así consiguió nuestra amiga pasar una de las mejores noches de sus 70 años de vida. La noche de reyes del 2012 fueron diez muchachos o eso sintieron. Cada uno una historia de su vida, totalmente diferentes unos de otros pero todos con algo en común, ganas de recordar buenos tiempos. Así esta pequeña familia de distinta sangre sonrió como hacía tiempo que no lo hacía. La que iba a ser otras fechas señaladas que pasar solos, tristes y con sentimiento de abandono en muchos casos, resultó totalmente con el efecto contrario.
    Fue entonces cuando esta mujer pudo ver como ya no solo la vida, sino que la navidad, unas fechas que a ella aún le hacían más feliz no es para todos igual, pero también ese mismo día comenzó más que nunca a creer en el espíritu navideño, ya que con seguridad, pensando en lo ocurrido, los sentimientos que habían experimentado aquella noche no hubiera sido posible si no se tratara de un cinco de enero.




    PROS Y CONTRAS
                ¿Cómo veo la Navidad? La veo como la época del año en que la contaminación lumínica de la ciudad, al igual que el consumismo, aumenta de manera exagerada. No me gustan las luces, ni las calles llenas de gente y tampoco los regalos. Me gustan las reuniones familiares, los turrones y la ilusión de los niños. Odio las películas navideñas, los adornos en mi casa y los villancicos. Me gusta que gracias a la navidad haya vacaciones. No me gusta el frío ni la lluvia. Creo que no es necesario dar razones. Dices que la Navidad te causa indiferencia y te miran como si estuvieras loco. Está bien.
                Uno de los temas que más me da que pensar son los regalos navideños. Me regalan un pijama para celebrar que hace aproximadamente dos milenios nació un personaje cuyo único regalo fue nacer (dejemos a parte los debates sobre la fecha en la que realmente nació, ya que según se dice, no fue en diciembre). No encuentro la relación. Si aprecio a alguien y quiero regalarle algo, no espero a que sea Navidad. “Porque es Navidad” no me parece una buena respuesta a “¿Por qué me haces regalos?”.
                Turrones, mazapanes, polvorones, roscones y demás dulces navideños es lo único que ansío una vez llegado el frío. Sopa de marisco. Carne guisada. Peras al vino. La misma receta desde hace años. Debería aburrirnos siempre lo mismo, pero a ser anualmente, es la mejor cena del año. Después de la gran cena, foto familiar. Rutina navideña.
                En definitiva, ¿sabes ese adorno en el que todas las bombillas brillan cegadoramente menos una que está fundida? Esa bombilla apagada soy yo.




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