La novela gráfica, un verdadero género literario
El cómic y la novela gráfica no son publicaciones menores destinadas a un público joven, sino un género literario en alza al que debemos prestar atención.
Los niños necesitan el apoyo de las imágenes para poder entender lo que leen, pero conforme maduran se supone que ya no requieren la ilustración para comprender un texto largo y complejo.
De pequeños, nos permiten contar con la ayuda de la imagen para empezar a digerir historias y encontrar el camino para amar la literatura, pero apenas crecemos deja de estar bien visto leer libros llenos de ilustraciones.
Los padres de antaño consideraban que leer tebeos era una pérdida de tiempo. El cómic tenía el sambenito de inútil, frívolo, banal. Era como jugar, que lejos de ser considerado el aprendizaje más importante para un niño, se tildaba de vaguería: «¡A ver si haces algo de provecho!», decían muchos adultos al ver a sus hijos jugando con muñecos, aunque precisamente ahí se estuvieran fraguando las habilidades para socializarnos o saber cuidar de los demás.
Los tiempos han cambiado
Por suerte, ya ha desaparecido la idea de que la historieta o el tebeo son lecturas poco importantes. No solo gracias a los salones del cómic que se celebran constantemente, sus numerosos fans y el buen negocio para las editoriales, sino también porque varios títulos han revertido la imagen que mucha gente tenía de este género. Crónicas gráficas de sucesos históricos, como To Afghanistan and back, del genial Ted Rall, sobre los talibanes, o Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi acerca del integrismo en Irán, han provocado que la denominada novela gráfica subiera de categoría.
Aunque tampoco hace falta narrar la truculenta historia real para crear fabulosas novelas gráficas. Ahí están para demostrarlo títulos como El regreso del caballero oscuro, Watchmen, V de Vendetta… Y también hay ejemplos notables en la adaptación gráfica de novelas famosas; por poner un ejemplo, El corazón de las tinieblas, de Conrad.
Es otro lenguaje
Todo esto nos lleva a la conclusión de que la ilustración no solamente facilita el acceso a una obra, sino que es en sí misma un lenguaje narrativo lleno de significado. Su innovación artística, a menudo al servicio de un guión notable, nos dice que el dibujo no es un mero acompañamiento, sino un vehículo comunicativo en sí mismo. Narra paralelamente, y enriqueciendo el texto.
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