Fernando Pessoa, su obra, y su singular personalidad tiene secretas relaciones con determinadas tendencias y preocupaciones de nuestro tiempo.
Las hondas transformaciones vividas por la conciencia intelectual y artística de fines del siglo XIX y comienzos del XX, enmarcan y hacen comprensibles aventuras poéticas individuales como la de Pessoa, que expresan una doble crisis; la quiebra de los valores religiosos, morales y estéticos tradicionales -crisis cuyas raíces pueden ser remontadas al siglo XVII-, y la crisis más próxima del racionalismo .
Todas estas tendencias, contradictorias entre sí, se hallan presentes en el complejo panorama de las vanguardias
Tal registro abarca, en un extremo, la herencia romántica y simbolista que engendra ironía, pesimismo. En el origen de todo esta el francés Baudelaire; En el otro extremo estaría, penetrada asimismo por el espíritu romántico, el Futurismo ,una literatura que expresa el vértigo de una nueva época, signada por el movimiento y la invención, la máquina, el cine, el automóvil.
Pessoa es típico representante de esa conciencia en crisis; pertenece, además, a un país latino (Portugal), fuertemente tradicional, y casi excéntrico a Europa, que fue imperio hasta 1910, realizando en ese año su revolución liberal, que implanta un estado republicano. Esas contradicciones político-culturales se suman a las de la vida personal de Fernando Pessoa, trasladado, de niño, desde Lisboa al Africa del Sur, e iniciado en la poesía a través de la lengua inglesa. Aquello que la sensibilidad corriente asimila sin complejos, suele generar conflictos profundos en la sensibilidad exacerbada de un artista. Conflictos, diferencias, alteraciones, marcan la génesis vital de una obra singular, pero a la vez muy representativa de su tiempo.
. Los poetas de la vanguardia -tal es su cuota innovadora- se hacen cargo de las nuevas conquistas de la ciencia, las nuevas filosofías y corrientes de sensibilidad que, a partir del 1900, cuestionan agudamente los sistemas racionales y progresistas del pensamiento decimonónico. Reactivan aproximaciones ya anunciadas entre poesía y ciencia; ensayan la inserción del pensamiento poético como filosofía de un tiempo nuevo; ponen en cuestión dogmas y mitos que en ciertos casos se atreverán a reconstruir desde otro nivel.
Viven intensas y desgarradas aventuras de conciencia que dan lugar a nuevos modos de expresión, a nuevas técnicas. Curiosamente el nombre de Pessoa prefigura su mayor aportación vanguardista: los heterónimos.
Pessoa es persona en portugués, es decir máscara, personaje. Con humor y cierta cuota de desequilibrio que puede haber rozado lo patológico, el poeta construyó máscaras de sí mismo que hoy atraen la atención en mayor medida que su propia creación. (Pero recordemos que, como bien lo supo Platón, ningún poeta es del todo equilibrado en el sentido vulgar de la expresión)Dice el crítico y poeta Octavio Paz:
“El tema de la enajenación y de la búsqueda de sí, en el bosque encantado (Alberto Caeiro) o en la ciudad abstracta (Alvaro de Campos) es algo más que un tema: es la sustancia de su obra. En esos años se busca; no tardará en inventarse”
El poeta es un hombre vacío que, en su desamparo, crea un mundo para descubrir su verdadera identidad. Toda la obra de Pessoa es búsqueda de la identidad perdida.
Pessoa, en grado más agudo, decide rotar sus heterónimos en una arriesgada experimentación. El propio Pessoa se definió como un histérico neurasténico, con propensión a la dramatización y a la abulia depresiva.
En numerosos escritos, el propio Pessoa da nombre a muchas de sus experimentaciones. Una de las más persistentes es el “sensacionismo” o captación directa de la realidad a través de las sensaciones, de manera natural. El poeta que mejor representa esta estética es Alberto Caeiro.
Pero el heterónimo más rabiosamente vanguardista es Alvaro de Campos ,que transforma la nostalgia del comienzo(Caeiro) en una fascinación de estirpe futurista por la máquina, los objetos. Estos son unos versos de
“Oh artículos inútiles que todos tienen deseos de comprar
Hola grandes almacenes con secciones variadas
Hola anuncios luminosos que vienen están y desaparecen
............................
Os amo a todos, a todo, como una fiera,
os amo carnívoramente
……………
vosotras, oh cosas grandes, triviales, útiles, inútiles,
oh cosas del todo modernas
oh contemporáneas mías”
En éste, como en muchos poemas, Alvaro de Campos desborda románticamente en un estilo acumulativo, exclamativo y anafórico cuyo rasgo más moderno es la mención directa de los objetos. Nadie podría negar la presencia de la emoción poética, arraigada en la búsqueda de absoluto, en los versos de
……………………………
Quiero ir con vosotros, quiero ir con vosotros
……………………………
huir con vosotros de la civilización
¡perder con vosotros la noción de moral!
¡sentir que cambia mi humanidad en la lejanía!
……………………………
ir con vosotros, desnudarme -ah lárgate de aquí-
de mi traje de civilizado, de mi blando actuar
de mi miedo innato a las cárceles, de mi pacífica vida,
¡oh mi vida sentada, estática, reglada y ya vista!
Estos poemas los editó en la revista de vanguardia Orpheu. En abril de 1915 sale el primer número ; en julio, el segundo y último. El mismo nombre, Orpheu, ostenta la huella simbolista. El público recibió la revista con indignación. En el primer número apareció
Alberto Caeiro y Alvaro de campos son dos polos de una experiencia al límite;
el primero vive en el presente intemporal de los niños y los animales; el futurista Campos en el instante. Para el primero, su aldea es el centro del mundo; el otro, cosmopolita, no tiene centro, desterrado en ese ningún lado que es todas partes. Sin embargo, se parecen: los dos cultivan el verso libre; los dos atropellan el portugués; los dos no eluden los prosaísmos. No creen sino en lo que tocan, son pesimistas, aman la realidad concreta, no aman a sus semejantes, desprecian a las ideas y viven fuera de la historia, uno en la plenitud del ser, otro en su más extrema privación. Caeiro, el poeta inocente, es lo que no podía ser Pessoa; Campos, el dandy vagabundo, es lo que hubiera podido ser y no fue. Son las imposibles posibilidades vitales de Pessoa.
Conclusión
Leer a Pessoa es estar frente a la obra más inquietante de cuantas fueron escritas en el siglo XX, es el poeta, son los poetas y narradores, que fijaron la conciencia moderna en un mundo estremecido por la tecnología y la soledad en la multitud, ellos echaron abajo el edificio crítico del pensamiento romántico, para ingresar en un mundo donde los antiguos valores fueron discutidos a la luz de un nuevo orden político, económico y espiritual, y donde la religión ocupó un lugar marginal en la historia. Pessoa y sus autores, son ellos solos, una generación que pone en entredicho una escala de valores ya obsoleta, abre nuevas posibilidades en el ejercicio del pensamiento crítico y ensaya una manera nueva de enfrentar el hecho estético
Tema Pau 5.2 Pessoa y los heterónimos
(Biografemas
SSoledad/ incapaz de amor (“Cartas de amor ridículas”)/necesidad de escribir –escritura compulsiva / miedo a la locura, a haber heredado los problemas mentales de su abuela/pensamiento diferente/gran estudiante y gran lector/Vivía por encima de sus posibilidades/ “No sé lo que el futuro nos deparará”
“Tuve siempre, desde niño, la necesidad de incrementar el mundo con personalidades ficticias, sueños míos rigurosamente construidos, contemplados con claridad fotográfica, comprendidos por dentro de sus almas. No tenía yo más que cinco años, y, niño solitario y no deseando estar sino así, ya me acompañaban algunas figuras de mi sueño –un capitán Thibeaut, un Chevalier de Pas–.”)
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Tema
Heterónimos
Un pseudónimo es un nombre ficticio que usa un autor para firmar una obra escrita por él mismo. Un autor homónimo es aquel que tiene el mismo nombre que otro autor, pero no es éste. Sin embargo un heterónimo se diferencia claramente de éstos. Pessoa es una persona muy particular, que desde su infancia había experimentado y logrado una multiplicidad del yo. Él mismo no era tan sólo él, sino que vivía de distintas maneras de acuerdo a quién era. Podría atribuirse esto a una esquizofrenia o personalidad múltiple. Cada nombre, cada personalidad, era una vida completamente distinta, cada uno con su biografía, sus enfoques temáticos, y sus formas de escritura particulares. Es de esta manera que Pessoa, deja de ser un yo único, para ser una especie de recipiente de diferentes vidas, personas, y personalidades. Y a aquel creador de heterónimos, para diferenciarlo de éstos y reconocerlo como creador se le llama ortónimo. Pessoa tiene curiosidad por sí mismo, su propio nombre no es su interés principal. Su vida ha tenido siempre un horror a los pensamientos definidos. Por eso sus escritos permanecieron siempre inacabados. Heterónimos ha creado muchos, unos 77, aunque hay personas que afirman que en realidad fueron un total de 127. Algunos fueron efímeros, algunos hombres y otras mujeres. Pero los más característicos han sido Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos.
Alberto Caeiro, nació en Lisboa, Portugal en abril de 1889. Fue un campesino, considerado el maestro de los heterónimos, incluso por su ortónimo Pessoa. Residió gran parte de su vida en una quinta en Ribatejo, viviendo de una renta modesta, allí conoció a Álvaro de Campos. Su educación se limita a la instrucción primaria, lo cual concuerda con su naturalidad y simplicidad. Era rubio de ojos azules, estatura media, un poco más bajo que Ricardo Reis, y aunque no lo aparentara era realmente frágil. Su descripción es muy diferente a la de otros heterónimos. Falleció de tuberculosis en 1915. Es conocido también como poeta-filósofo, aunque rechazaba ese título y pregonaba una “no-filosofía”. Creía y afirmaba que los seres simplemente son y nada más, irritado por la metafísica y los simbolismos de la vida. Un hombre considerablemente humilde y seguro de sus ideas. Poseía un lenguaje estético directo, concreto y simple, pero bastante complejo desde el punto de vista reflexivo, y clara espontaneidad expresiva. Es un ser manifiestamente defensor de la simplicidad, serenidad y nitidez de las cosas. Un 8 de marzo escribe de corrido más de 30 poemas conocidos como El guardador de rebaños. La obra de Caeiro representa una reconstrucción integral del paganismo en su esencia absoluta. Se presenta como poeta de las sensaciones: su poesía se asienta en la sustitución del pensamiento por la sensación. Es el poeta de la naturaleza y la actitud antimística.
Ricardo Reis, Médico de profesión, monárquico —circunstancia que lo llevó a vivir emigrado algunos años en Brasil—, educado en un colegio de jesuitas, recibió una formación clásica, llena de principios conservadores. Domina la forma de los poetas latinos y proclama la disciplina en la construcción poética. Ricardo Reis está marcado por una inmensa serenidad en la aceptación de la relatividad de todas las cosas. Es moreno, de estatura media, un poco más alto que Caeiro, camina algo curvado y tiene apariencia de judío portugués. Es adepto del “sensacionismo” que hereda del maestro Caeiro, pero al aproximarlo al neoclasicismo lo manifiesta en un plano distinto. Fernando Pessoa dice “Caeiro tiene una disciplina: las cosas tienen que ser sentidas tal como son. Ricardo Reis tiene otra disciplina diferente: las cosas deben ser sentidas, no sólo como son, también de modo que se integren en un cierto ideal de medida y reglas clásicas.” Busca su forma de expresión en los poetas latinos y afirma que debe de haber, en el más pequeño poema de un poeta, cualquier cosa donde se note que existió Homero.
Álvaro de Campos, ingeniero, nacido en Tavira en 1890. Estudió en Escocia y se formó en Glasgow en ingeniería naval. Fue a Oriente y navegando por el Canal de Suez, escribió el poema Opiário. Su desilusión lo llevó a regresar a Portugal, donde conoció al maestro Caeiro. “Lo que el maestro Caeiro me enseñó fue a tener claridad, equilibrio, organismo en el delirio y en la locura y también me enseñó a procurar no tener filosofía ninguna, pero con alma”. Se aleja del objetivismo de su maestro al aproximarse a movimientos modernistas, tales como el sensacionismo y el futurismo. Percibe las sensaciones distanciándose del objeto y centrándose en el sujeto. Un subjetivismo que acabará por encaminarse en la conciencia del absurdo, la experiencia del tedio, la desilusión, y la fatiga. Álvaro de Campos experimentará la civilización y admirará la energía y la fuerza, transportándolas al dominio de su creación poética. Es el poeta modernista que escribe las sensaciones de la energía y del movimiento, así como las sensaciones de sentir todo de todas las maneras.
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Pruebas Pau
2014 julio fase general
TEXTO: Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas. También escribí en mis tiempos cartas de amor, como las demás, ridículas. Las cartas de amor, si hay amor, tienen que ser ridículas. Pero, al final, Sólo las criaturas que nunca han escrito Cartas de amor Son las que son Ridículas. Quien volviera al tiempo en que escribía sin darme cuenta cartas de amor ridículas. La verdad es que hoy mis recuerdos de aquellas cartas de amor son los que son ridículos. (Todas las palabras esdrújulas, igual que los sentimientos esdrújulos1 , son naturalmente ridículas.) 1 Juego de palabras, o paranomasia, intraducible: el portugués esdrúxulo significa también extravagante. Fernando Pessoa (Álvaro de Campos)
Primera pregunta: Pessoa, el ortónimo y sus heterónimos. (2 puntos)
Segunda pregunta: Recuerde alguna creación (literatura, cine, televisión, etc.) en la que tengan alguna presencia las cartas u otras formas de mensajes personales y coméntela en relación con el contenido del poema (2 puntos)
Tercera pregunta: Exprese brevemente, con sus propias palabras, la actitud del sujeto que habla en el poema. (2 puntos)
Cuarta pregunta: Haga una valoración del poema y de la poesía de Álvaro de Campos en relación con el resto de la obra de Fernando Pessoa que conozca aplicando criterios literarios, sociológicos, psicológicos, etc. (2 puntos)
Junio 2014 fase específica
He vivido, estudiado, amado, y hasta creído, y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo. Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira, y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído (porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso); puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente. He hecho de mí lo que no sabía, y lo que podía hacer de mí no lo he hecho. El dominó que me puse estaba equivocado. Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí. Cuando quise quitarme el antifaz, lo tenía pegado a la cara. Cuando me lo quité y me miré en el espejo, ya había envejecido. Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado. Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario como un perro tolerado por al gerencia por ser inofensivo y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime. […] Fernando Pessoa (Álvaro de Campos), Tabaquería
Primera pregunta: Pessoa y las vanguardias poéticas. (2 puntos)
Segunda pregunta: A partir de los versos citados (o del poema completo) evoque el contenido de alguna creación literaria o artística que conozca y haga un comentario sobre sus semejanzas y diferencias. (2 puntos)
Tercera pregunta: Exprese brevemente, con sus propias palabras, los sentimientos que pueda apreciar en Tabaquería. (2 puntos)
Cuarta pregunta: Haga un comentario razonado sobre el valor, la importancia y el interés del poema y de la poesía de Álvaro de Campos en general.(2 puntos)
2013 junio fase específica
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para comprar tabaco?), Y la realidad plausible cae de repente sobre mí. Me yergo a medias enérgico, convencido, humano, Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario. Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos. Sigo el humo como una ruta propia, Y gozo, en un momento sensitivo y competente, La liberación de todas las especulaciones Y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar indispuesto. Después me echo para atrás en la silla Y continúo fumando. Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando. (Si me casase con la hija de mi lavandera Tal vez fuese feliz.) Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana. El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el cambio en el bolsillo de los pantalones?). Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica. (El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.) Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio. Me dijo adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo Se reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió. Fernando Pessoa
(Álvaro de Campos), Tabaquería
Primera pregunta: Pessoa y las vanguardias poéticas. (2 puntos)
Segunda pregunta: A partir de los versos citados (o del poema completo) evoque el contenido de alguna creación literaria o artística que conozca y haga un comentario sobre sus semejanzas y diferencias. (2 puntos)
Tercera pregunta: Caracterice brevemente la actitud existencial de la persona que se expresa en el poema y explique si puede servir para caracterizar su propia actitud en algún momento o la de alguien a quien conozca. (2 puntos)
Cuarta pregunta: Haga una valoración razonada del poema atendiendo a los aspectos psicológicos, existenciales, artísticos u otros que considere relevantes. (2 puntos)
junio 2013 fase general
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, a la luz de la luna y al sueño, en la carretera desierta, conduzco solo, conduzco casi despacio, y un poco me parece, o me fuerzo un poco para que me parezca, que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo, que voy sin haber Lisboa dejada o Sintra a la que llegar, que voy, ¿y qué más habrá en ir sino no pararse pero ir? Voy a pasar la noche a Sintra porque no puedo pasarla en Lisboa, pero, cuando llegue a Sintra, me dará pena no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia, siempre, siempre, siempre, esta angustia excesiva del espíritu por nada, en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida… […] En la carretera de Sintra, a la luz de la luna, en la tristeza, ante los campos y la noche, guiando desconsoladamente el Chevrolet prestado, me pierdo en la carretera futura, desaparezco en la distancia que alcanzo, y, con un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible, acelero… Pero mi corazón se ha quedado en el montón de piedras, del que me he desviado al verlo sin verlo, a la puerta de la casucha, mi corazón vacío, mi corazón insatisfecho, mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida. En la carretera de Sintra, cerca de medianoche, a la luz de la luna, al volante, en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación, en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra, en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí… Fernando Pessoa (Álvaro de Campos)
Primera pregunta: Pessoa, el ortónimo y sus heterónimos. (2 puntos)
Segunda pregunta: Evoque algún texto o producto artístico o cultural (película, canción, cómic,…) que recree una situación semejante a la que plasma el poema y comente las semejanzas. (2 puntos)
Tercera pregunta: Si ha vivido una situación de la misma naturaleza que la desarrollada por el poema, intente expresar su sentimiento con ayuda del mismo. En caso contrario, exprese con sus propias palabras los sentimientos del poema. (2 puntos)
Cuarta pregunta: Valore el poema, de manera razonada, por su estilo, su musicalidad, su capacidad expresiva, por su originalidad respecto a los que usted conozca y por cualquier otra circunstancia que le parezca significativa. (2 puntos)
2012 julio fase general
OPCIÓN B: TEXTO: NO SOY nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo. Ventanas de mi cuarto, De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién es (Y si supiesen, ¿qué sabrían?), Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente, A una calle inaccesible a todos los pensamientos, Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta, Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres, Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace blancos los cabellos de los hombres, Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de nada. Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad. Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir, Y no tuviese más hermandad con las cosas Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la calle La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida Dentro de mi cabeza, Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar. Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó. Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera, Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro. Fallé en todo. Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada. El aprendizaje que me dieron, Descendí por la ventana trasera de la casa. Fui al campo con grandes propósitos. Pero allí sólo encontré yerbas y árboles, Y cuando había gente era igual a la otra. Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar? ¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy? …..
Primera pregunta: Pessoa y las vanguardias poéticas. (2 puntos)
Segunda pregunta: Evoque a partir del poema completo, de un grupo de versos o de un solo verso alguna creación literaria o artística y comente su significado. (2 puntos)
Tercera pregunta: Caracterice brevemente la actitud existencial de la persona que se expresa en el poema y explique si puede servir para caracterizar su propia actitud en algún momento o la de alguien a quien conozca. (2 puntos)
Cuarta pregunta: Exponga algunas razones de índole artística, sociohistórica, psicológica o ética por las que merezca o no la pena la lectura de la poesía de Pessoa y, en especial, el poema Tabaquería. (2 puntos)
Selección de poemas de Fernando Pessoa
Del Cancionero de Fernando Pessoa:
Del heterónimo Alberto Caeiro:
Del heterónimo Ricardo Reis:
Del heterónimo Álvaro de Campos:
Del heterónimo Fernando Pessoa
CANCIONERO de Fernando Pessoa
AutopsicografÍa
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.
Libertad
(Falta una cita de Séneca)
¡Ay qué placer
No cumplir un deber,
Tener un libro para leer
¡Y no hacerlo!
Leer es una lata,
Estudiar es nada.
El sol dora
sin literatura.
El río corre bien o mal,
Sin edición original.
Y la brisa, ésa,
de tal naturalmente matinal,
como tiene tiempo, no tiene prisa...
Libros son papeles pintados con tinta.
Estudiar es una cosa en que está indistinta
la distinción entre nada y cosa ninguna.
¡Cuánto mejor es cuando hay bruma,
esperar a D. Sebastián,
¡venga o no venga!
Grande es la poesía, la bondad y las danzas...
Pero lo mejor del mundo son los niños,
las flores, la música, el claro de la luna y el sol,
que peca
sólo cuando, en vez de crear, seca.
Por encima de todo esto
está Jesucristo,
que no sabía nada de finanzas,
ni consta que tuviese biblioteca...
Fernando Pessoa, Cancioneiro
Traducción de Miguel Angel Viqueira
Del heterónimo Alberto Caeiro
Nunca guardé rebaños
Nunca guardé rebaños,
pero es como si los guardara.
Pero mi tristeza es sosiego
Como un ruido de cencerros
No tengo ambiciones ni deseos.
y sentir su sabor,
Lo que sí hace falta es ser natural y calmo
A veces, en días de luz perfecta y exacta,
¿ Una flor tiene acaso belleza?
Sí, incluso hasta mí, que vivo solamente de vivir,
¡Qué difícil ser uno mismo y no ver sino lo visible!
Soy un guardador de rebaños
Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y todos mis pensamientos son sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comerse una fruta es conocer su sentido.
Por eso cuando, en un día de calor,
me siento triste de disfrutarlo tanto,
y me acuesto estirado en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento a todo mi cuerpo acostado en la realidad,
sé de verdad y soy feliz.
En mi plato, ¡qué mezcla de Naturaleza!
Mis hermanas las plantas,
No siempre soy igual
No soy igual en lo que digo y escribo.
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Pero quien mira ve bien que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fijaros bien en mí:
si estaba vuelto para la derecha
me volví ahora para la izquierda,
pero soy siempre yo, asentado sobre los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara sencillez de alma.
Si a veces digo que las flores sonríen
Y si dijera que los ríos cantan,
no es porque yo crea que hay sonrisas en las flores
y cantos en el correr de los ríos...
es porque así hago sentir más a los hombres falsos
la existencia verdaderamente real de las flores y de los ríos.
Porque escribo para que ellos me lean me sacrifico a veces
a su estupidez de sentidos...
No concuerdo conmigo pero me absuelvo,
Porque sólo soy esa cosa seria, un intérprete de la Naturaleza,
Porque hay hombres que no perciben su lenguaje,
porque ella no es ningún lenguaje.
Si muero pronto
Si muero pronto,
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.
Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra explicación no explica nada.
Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.
Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
Así tenía que ser.
Me consolé en el sol y en la lluvia.
Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es distraerse.
Del heterónimo Ricardo Reis
Ven a sentarte conmigo, Lidia...
Ven a sentarte conmigo, Lidia
a la orilla del río.
Con sosiego miremos su curso
y aprendamos que la vida pasa,
y no estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños adultos,
que la vida pasa y no se queda,
nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar muy lejano,
hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
que no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos,
pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar
silenciosamente y sin desasosiegos.
que levanten la voz,
ni envidias que hagan a los ojos
moverse demasiado,
ni cuidados, porque si los tuviese
el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
pensando que podríamos,
si quisiéramos,
cambiar besos y abrazos y caricias,
mas que más vale estar sentados
el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.
en tu regazo, y que su perfume suavice
este momento en que sosegadamente
no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te queme
o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos,
ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti me acuerde,
a mi memoria has de ser suave
recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.
Las rosas del jardín de Adonis amo.
Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.
La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso iniciar
Su trayectoria visible.
Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,-
Voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la noche antes y después
El poquito que perduramos.
Para ser grande, sé entero.
Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas
Por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.
Del heterónimo Álvaro de Campos
Lisbon revisited
Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al tiempo.
Con angustia del que tiene hambre de carne anhelo
no sé bien qué:
definidamente lo indefinido…
Duermo inquieto, y vivo en el soñar inquieto
de quien duerme inquieto, a medias soñando.
Corrieron cortinas ante todas las hipótesis que podría
ver en la calle.
En el callejón que yo encontré no hay el número de
puerta que me dieron.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida tan sólo deseada me harta -hasta esa vida…
Comprendo a intervalos inconexos;
escribo en los lapsos de cansancio;
y es tedio hasta el tedio lo que me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan, náufrago;
o qué palmares de literatura me darán un verso al menos.
Y en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma, donde memoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir…
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!
Tabaquería
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.
Pessoa "Al volante del chevrolet"
"Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra", Fernando Pessoa (Alvaro de Campos)
[
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?
Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta desmedida angustia del espíritu por nada
en la carretera de Sintra o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante
galopa por debajo de mí conmigo el automóvil prestado.
Sonrío del símbolo al pensarlo, y al girar a la derecha.
¡Con cuántas cosas prestadas voy yendo por el mundo!
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
A la izquierda la casucha -sí, casucha- al borde del camino.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que hasta hace poco parecía darme libertad,
es ahora una cosa en donde estoy encerrado,
que sólo puedo conducir si en ella estoy encerrado,
que sólo domino si me incluyo en ella y ella me incluye a mí.
A la izquierda, ya atrás, la casucha modesta, menos que modesta.
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que es feliz.
Para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana de arriba
tal vez yo haya quedado (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real.
Para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina,
desde el piso de abajo,
tal vez yo fuese algo así como el príncipe que hay en todo corazón de muchacha,
y de reojo pegada al cristal me siguiese hasta la curva en que me perdí.
Todas las cartas de amor son ridículas...*
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
**Heterónimo A. Campos
Versión de Miguel Ángel Flores
Poema en línea recta
Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.
La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...
¡Ah, quien pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!
¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?
Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados - ¡pero ridículos nunca!
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
Fernando Pessoa
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