Kafka, la niña y la muñeca viajera
Historia extraída
del libro de Paul Auster “Brooklyn Follies” Ed. Anagrama, pag. 159-161. 2005
“- Vale. Cuéntame ya esa historia.
- De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca… Estamos en
el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una
chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado
de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le
infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho,
y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega
a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos
meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada
salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos,
disturbios políticos, la peor inflación de la historia de Alemania. Pese a ser
plenamente consciente de que tiene los días contados.
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La
mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña
pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y
ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un
cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje”, le
dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una
carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”,
pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme
cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe
qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se
sienta frente al escritorio y Dora, que ve como se concentra en la tarea,
observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es
cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo
literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una
mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una
realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil
según las leyes de la ficción.
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la
carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en
voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma
gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es
que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires y por tanto
deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que
le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus
actividades.
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es
increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta,
pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para
consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una
criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de
persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan.
Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás
sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para
redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada
frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena,
precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo
largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la
niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce otra gente. Sigue dando a la niña
garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han
surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va
preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida
por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si
no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades,
finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora,
la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive
ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su
antigua y querida amiga.
Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la
muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen estas tres
semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia,
para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras
la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.”
Qué prueba más emocionante de extrema solidaridad y valor ético procurar el alivio al dolor de otro ser humano, la consolación por el uso libérrimo de las palabras, por la literatura! Las cartas se han perdido. Paul Auster confesó a Tomás Eloy Martínez que la de la muñeca no es una historia inventada, sino que la cuenta en sus memorias una hija de Dora, la muchacha que acompañó a Kafka en la etapa final de su vida y quien le había movido a regresar a Praga.
Esta misma historia –verídica- le sirve a Jordi
Sierra i Fabra para elaborar su novela Kafka y la muñeca
viajera (2011)
Pienso que Kafka puso empeño en escribir las cartas a la niña porque quería hacer una buena acción ya que sabía que se encontraba cerca de su muerte.
ResponderEliminarYo creo que Kafka le hace los relatos a la niña porque para el no hay nada más puro y sincero que la inocencia y la felicidad de un niño. Kafka piensa esto y no quiere por nada del mundo entristecerla.
ResponderEliminarYo creo que Kafka ve un reto literario más que un consuelo para la niña. Además de que es una bonita forma de introducirla a la literatura.
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