HADA. -Sobre el llano y la colina, entre arbustos y rosales silvestres, sobre el parque y el cercado, por
entre el agua y el fuego; por todas partes vago más rápida que la esfera de la luna, y sirvo a la reina de las
hadas para rociar sus círculos verdes. Las altas velloritas son sus predilectas. Veréis manchas en sus mantos
de oro: son los rubíes, ofrendas de hadas; en sus motas rojizas residen sus perfumes. Allí debo buscar
algunas gotas de rocío y prender una perla en la oreja de cada prímula. ¡Adiós, tú, el más grave de los
espíritus! Me voy. Nuestra reina y todo su séquito vendrán en seguida.
PUCK. -El rey celebra aquí sus fiestas esta noche. Cuida de que la reina no se presente ante su vista, pues
Oberón está muy enfurecido contra ella porque lleva de paje a un hermoso doncel, robado a un monarca de
la India. Jamás había tenido ella un cautivo tan encantador; y el celoso Oberón habría querido hacer al
muchacho caballero de su séquito, para recorrer los bosques inaccesibles, pero ella retiene por la fuerza al
amado mozalbete, le corona de flores y cifra toda su alegría en él. Y por eso ahora nunca se encuentran en
gruta, pradera, clara fuente o a la brillante luz de las estrellas sin que se querellen de modo que todos sus
duendes, llenos de miedo, se deslizan dentro de la corteza de las bellotas y se esconden allí.
HADA. -O me engaña en absoluto tu exterior, o tú eres ese duende maligno y despabilado que llaman
Robin el Buen Chico. ¿No eres aquél que asusta a las mozas aldeanas, espuma la leche y, haciendo inútiles
todos los esfuerzos del ama de casa, impide que la manteca cuaje y otras veces que fermente la cerveza? ¿No
extravías a los que viajan de noche y te ríes de su mal? A los que te llaman Aparición y dulce Puck les
adelantas el trabajo y les das buena ventura. ¿No eres tú ese?
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Mucho ruido y pocas nueces. William Shakespeare
"BEATRIZ.-Contra mi voluntad me han enviado a llamaros a la mesa.
BENEDICTO.-Bella Beatriz, os agradezco la molestia.
BEATRIZ.-No me he tomado más molestia para merecer ese agradecimiento de la que os cuesta el agradecérmela. Si la misión me hubiera sido molesta, no habría venido.
BENEDICTO.-Entonces, ¿os complacéis en la embajada?
BEATRIZ.-Sí, tanto como vos en enarbolar la punta de un cuchillo y oprimir con él una corneja. Veo que no tenéis apetito, signior. Pasadlo bien. (Sale.)
BENEDICTO.-¡Ah! «Contra mi voluntad me han enviado a llamaros a la mesa.» Esto encierra doble sentido. «No me he tomado más molestia para merecer ese agradecimiento de la que os cuesta el agradecérmela»; que es como decir: toda molestia que me tome por vos es tan grata como vuestro agradecimiento. ¡Si no me compadezco de ella, soy un rufián; si no la amo, un judío! ¡Voy a procurarme su retrato!"
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