martes, 17 de marzo de 2015

Alberto Caeiro SOY UN GUARDADOR DE REBAÑOS


Poesía. SOY UN GUARDADOR DE REBAÑOS. Alberto Caeiro

Soy un guardador de rebaños

Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y todos mis pensamientos son sensaciones.

Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comerse una fruta es conocer su sentido.

Por eso cuando, en un día de calor,
me siento triste de disfrutarlo tanto,
y me acuesto estirado en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento a todo mi cuerpo acostado en la realidad,
sé de verdad y soy feliz.

Alberto Caeiro (Fernando Pessoa. 1888)
Desde Lisboa...



Poesía. Nunca guardé rebaños Alberto Caeiro


Nunca guardé rebaños,
pero es como si los guardara.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y va de la mano de las Estaciones
siguiendo y mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
viene a sentarse a mi lado.
Pero me pongo triste como una puesta de sol
para nuestra imaginación,
cuando refresca en el fondo de la llanura
y se siente que la noche ha entrado
como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza  es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando piensa que existe
y las manos cogen flores sin darse cuenta.

Como un ruido de cencerros
más allá de la curva del camino, 
mis pensamientos están contentos.
Sólo me apena saber que están contentos,
porque, si no lo supiera,
en vez de estar contentos y tristes,
estarían alegres y contentos.
Pensar es incómodo como andar bajo la lluvia
cuando el viento crece y parece que llueve más.

No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es sólo mi manera de estar solo. (…)


Si pudiera morder la tierra entera
y sentir su sabor,
y si la tierra fuera algo para morder
sería más feliz un instante…
Pero no siempre quiero ser feliz.
Hace falta ser infeliz de vez en cuando
para poder ser natural…
No todo es días de sol,
y la lluvia, cuando escasea, se pide.
Por eso tomo la infelicidad y la felicidad
con naturalidad, como quien no se extraña
de que haya montañas y llanuras
y de que haya rocas y hierba…

Lo que sí hace falta es ser natural y calmo
en la felicidad o en la infelicidad,
sentir como quien mira,
pensar como quien anda,
y cuando se va a morir, acordarse de que el día muere,
y que el poniente es hermoso y hermosa la noche que queda…
Y que si así es, es porque es así. (…)
 
A veces, en días de luz perfecta y exacta,
en que las cosas tienen toda la realidad que pueden tener,
me pregunto a mí mismo despacio
por qué siquiera atribuyo
belleza a las cosas.

¿ Una flor tiene acaso belleza?
¿ Tiene belleza acaso un fruto?
No: tienen color y forma
y existencia tan sólo.
La belleza es el nombre de algo que no existe
y que doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.
No significa nada.
Entonces, ¿por qué digo de las cosas: son bellas?

Sí, incluso hasta mí, que vivo solamente de vivir,
vienen invisibles a encontrarme las mentiras de los hombres
ante las cosas,
ante las cosas que simplemente existen.

¡Qué difícil ser uno mismo y no ver sino lo visible!


Cuestiones
1. Define a Alberto Caeiro
2. ¿Cuál crees que es su filosofía? ¿A qué movimiento pertenecería hoy?
3. Elige unos versos y di por qué te gustan
4. Relato: una jornada en el campo

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